jueves, 19 de febrero de 2015

Ocaso pesquero


La crisis que se avecina
Baltazar Gómez Catzín, presidente de la Federación de Cooperativas Pesqueras del Estado, anunció que el sector no garantiza la pesca suficiente para proveer los hoteles, negocios y hogares durante la Cuaresma, al señalar que la escama se encuentra en índices muy bajos desde meses y no hay producción.
A esto se suman las serias carencias que enfrenta el sector en cuanto a equipo y al envejecimiento de los pescadores del estado, que amenazan con desaparecer las próximas generaciones de hombres del mar, una industria vital para el destino, pero muchas veces es infravalorada.
“Nos adelantamos a decir que no habrá suficiente producción para la Cuaresma, poco importa que se suba de precio, es que simplemente no hay producto”, sentenció el presidente de las cooperativas pesqueras.


LA COSTOSA ALTERNATIVA
Alberto Herrera, encargado de una pescadería, reconoció que ante la falta de productos del mar para la Cuaresma tendrán que recurrir a la importación, una medida que encarecerá los productos un 15% adicional a lo acumulado.



UNA VEZ QUE CONOCES EL MAR NO LO PUEDES DEJAR
Son las 6:30 de la mañana, el frío del mar pega directo sobre las embarcaciones pesqueras gastadas de Puerto Juárez; el sol, perezosamente, comienza a tirar los primeros luceros del alba.
Don Miguel Tzab Chan, de 68 años, recorre la playa, caminando sobre la arena y su mirada sigue a lo lejos las lanchas manejadas por pescadores jóvenes, que rompen el viento con una actitud que pareciera como si orinaran sobre las memorias del mar. Miguel sonríe con tristeza, en su rostro se dibuja la soledad que siente en tierra; él extraña su vida como un pescador más.
En su piel tostada, añeja, con olor a sal, reconoce que la pesca ya no es como antes, pero también, así como el Caribe los castiga quitándoles cada día su sustento, las cooperativas se han llenado de pescadores jóvenes que ya no valoran lo que hacen. Él conoce ese lado de la vida; durante más de 40 años fue pescador.


“Vine hace 45 años, cuando Cancún no era ni siquiera un rancho; primero trabajé en un hotel que ya no existe, llamado Garza Blanca, pero el mar me llamó y no lo pude dejar”, expresó, mientras hala una lancha a la orilla.
Al anciano le duele que pocos sean los que hoy en día respeten su oficio, incluso sus hijos, que prefirieron estudiar a llevar una vida en altamar. Miguel no les reprocha, pero en su mirada hay un halo de tristeza el saber que sus descendientes nunca conocerán lo que es observar un cielo estrellado a la mitad del mar, un amanecer pictórico y ese sudor salado que recorre la piel bajo el sol en medio de la nada.











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