El Jesús de los pecadores
Texto y fotos: Carlos Matus
Jorge Samuel Cetina Pech se muestra nervioso, callado, un poco ido, pero también ansioso. Él es el Jesús en el Viacrucis de la Cárcel de Cancún, la fe que encontró en esas cuatro paredes lo ha hecho soñar en un futuro mejor. Con Jorge hay cerca de 100 internos que se sumaron a la representación como un paso ciego de fe, devoción y pasión. Sus ropas son hechas con retazos de telas de las más sencillas, las coronas de Poncio Pilatos y Herodes son dianas de niña de plástico brillante, pero lo portan con orgullo, en cambio la corona de espinas es hecho de metal y clavos.
Las pieles tostadas y tatuajes se mezclan con las risas y el olvido. En esa cancha de futbol, polvorienta, que ha sido testigo de numerosas peleas, riñas y motines, ahora se ha convertido en un campo santo, donde se llevarán a cabo las 14 estaciones del Viacrucis.
Jorge esta preparado. Le pidió a los soldados romanos un favor: que lo golpeen de verdad. Es su manda, su sacrificio, quiere vivir una parte de lo que lo hizo Jesús hace casi dos mil años en el camino a esa colina del Golgota.
"Cuando entre no era nadie, perdi todo lo que tenia, ahora sueño con un futuro mejor, con componer las cosas que hice mal, rectificarlas...", confesó, mientras cruzaba sus manos y las marcas de los tatuajes se vierten en su piel, donde se ven desde pictos, flores, fuego y una Santa Muerte, recordatorio permanente de una vida pasada, de errores que huye día a día a través de la oración. No es facíl, como Jesús, ha caido numerosas veces al cargar su propia cruz.
El sol, sin tregua, se deja caer en ese pedazo de tierra, polvo y cal.
Jorge contó que lleva más de un año y 8 meses dentro de readaptación social. Su pecado es no tener dinero para pagar un abogado particular y su caso se encuentra en la "congeladora", como muchos más en el centro de reincerción social, que saturado, parece a punto de explotar cono un cohete en cualquier momento.
Pero por hoy, los reclusos, junto con sus familias, se han reunido para presenciar la representación, la primera desde el 2011 que se realiza dentro de esas paredes. Un ligero olor a marihuana llega hasta el campo, nadie parece inmutarse.
Jorge representa a un Jesús que se ha rodeado de presuntos asaltantes, ladrones, defraudadores y violadores, hace dos mil años, el nazareno también lo hizo, solo así pudó perdonar a los hombres y salvarlos.
Hoy, el sonido local comienza a entonar las primeras melodias que marcan el inicio de la representación y Jorge mira al cielo, sabe que su cuerpo esta confinado en esas cuatro lugrubres paredes, pero su alma, su alma ya le pertenece a Dios. Sonrie sereno y comienza a caminar hacia la primera estación.
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