domingo, 17 de mayo de 2015

Memorias (o la excusa para salir a tomarle fotos a la luna)



 Memorias/ Carlos Matus
(fragmento)
Ella tenía de hacerse la dormida todas las mañanas, hasta que la alarma (o mis besos) la levantarán. Caminaba de puntitas del baño a la cocina, de la cocina al cuarto y del cuarto a la sala. Pocas veces le importaba que las cortinas estuvieran abiertas; le gustaba sentir el calor de la mañana, cuando los rayos del sol poco a poco tocaban tejados y marquesinas. Muchas veces me quede sentado, al filo de la cama, contemplando el vaivén de su cintura. El desasosiego del sueño se esfumaba cuando se paraba frente a mí y me acariciaba el cabello. Juro que me sentía un niño. Más de una vez se nos hacía tarde para llegar a nuestros destinos; los besos tiernos eran los culpables, las sonrisas, a través del espejo mientras se maquillaba, eran adorables. Como me gustaba ponerme a su espalda y observar el canto que hacia su cuello cada vez que recogía su cabello. Siempre supe dentro de mí que esos instantes no durarían para toda la vida; tuve la razón.
Hoy solo me queda un tira de tela de su cabello, enredado en hilos, que una ocasión se aburrió de tener y se lo cortó de tajo, así de fácil. Aún recuerdo la mirada adolescente que puso cuando lo colocó en el retrovisor de ese neón 2004 que manejaba y que nunca nos dejó tirados.

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