Naturalezas/ Carlos Matus
Hace unos años, allá por el lejano 2009, me encontraba
cubriendo las secuelas de la inundación en el estado sureño de Tabasco, cuando
caminando entre a lo que quedaba de una casa, tome unas imágenes, y cuando
estaba a punto de salir, mire hacia la ventana y observe como se enmarcaba un árbol
sobre las paredes verdes de la casa, sin pensarlo mucho le tome una foto, estéticamente
la imagen me gustaba mucho, el color, el orden, el contraste de tonos, sobra
reafirmarlo, me gustaba la escena, pero al mismo tiempo no le encontraba algo
coherente, sentía que le hacía falta algo que la complementara, se sentía una
pieza incompleta de algo. Nunca mostré esa foto, por lo menos no lo recuerdo,
pero siempre la tuve cerca en las imágenes de mis selecciones, simplemente cada
ocasión que veía, me gustaba, pero no la enseñaba, no la subía a la red, ni al
blog.
Así pasaron cuatro años, con todos los cambios en la vida
que generan los días que pasaron de largo, hasta el día de hoy, cuando,
visitando a un amigo en su departamento, me tocó ver el atardecer desde su
desayunador, mientras comía, y tome la imagen, por ser abstractamente bella,
¡me hipnotizó ese contraste de algo tan cotidiano como es la cocina llena de
trastes sucios, platos rebozando en el fregadero y de mientras la belleza de la
tarde cayendo en todo su esplendor!, no pude evitarlo, a la mitad de mi comida
me puse de pie, tome la cámara fotográfica y dispare. Clikc, click, click. Tres
disparos contundentes en ráfaga para disminuir la trepidación del movimiento de
las cortinillas, y luego, puse seguir comiendo en paz al calor de la platica fraterna
y miradas que se escapaban con dirección a la postal urbana.
Ya en la noche, observando la foto tomada del atardecer, me
percate de los colores fríos de la escena y el contraste que hacía con la
imagen que había capturado hace ya algunos años. Recordé el trabajo de un amigo
acerca de imágenes en dípticos, donde juntaba fotografías con alguna relación,
visual, comunicativa o abstractiva, y pensé en unir las dos imágenes para
conformar un díptico de contraste, entre la naturaleza “verde” y el mundo “frio”
y moderno.
Y después de cuatro años, la imagen que comenzó en ese lugar
pantanoso, llego aun de lodo, insectos y rastros de humedad, fue concluida en
un departamento en una de las zonas más exclusivas de Cancún, en Quintana Roo,
tuve que viajar más de 1000 kilómetros para completar esta escena, y a manera
personal, esto ha traído mucho significado para mí, acaso, ¿el estar en una
nueva ciudad lejos del amor de mi vida, de mi familia y amigos es el sacrificio
que debo de realizar para cerrar círculos y comenzar de nuevo?, gráficamente hablando,
pues yo digo que sí.
Y aquí es donde llego a la parte de la historia detrás de
esta imagen, del primer díptico que he realizado de manera consciente en mi
vida, al que titule “Naturalezas”. Por qué en un mundo como en nuestro, uno
puede experimentar estar en los dos extremos de la vida, pero nunca hay que
olvidarse en donde estamos parados.
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