domingo, 13 de octubre de 2013

Naturalezas

Naturalezas/ Carlos Matus


Hace unos años, allá por el lejano 2009, me encontraba cubriendo las secuelas de la inundación en el estado sureño de Tabasco, cuando caminando entre a lo que quedaba de una casa, tome unas imágenes, y cuando estaba a punto de salir, mire hacia la ventana y observe como se enmarcaba un árbol sobre las paredes verdes de la casa, sin pensarlo mucho le tome una foto, estéticamente la imagen me gustaba mucho, el color, el orden, el contraste de tonos, sobra reafirmarlo, me gustaba la escena, pero al mismo tiempo no le encontraba algo coherente, sentía que le hacía falta algo que la complementara, se sentía una pieza incompleta de algo. Nunca mostré esa foto, por lo menos no lo recuerdo, pero siempre la tuve cerca en las imágenes de mis selecciones, simplemente cada ocasión que veía, me gustaba, pero no la enseñaba, no la subía a la red, ni al blog.
Así pasaron cuatro años, con todos los cambios en la vida que generan los días que pasaron de largo, hasta el día de hoy, cuando, visitando a un amigo en su departamento, me tocó ver el atardecer desde su desayunador, mientras comía, y tome la imagen, por ser abstractamente bella, ¡me hipnotizó ese contraste de algo tan cotidiano como es la cocina llena de trastes sucios, platos rebozando en el fregadero y de mientras la belleza de la tarde cayendo en todo su esplendor!, no pude evitarlo, a la mitad de mi comida me puse de pie, tome la cámara fotográfica y dispare. Clikc, click, click. Tres disparos contundentes en ráfaga para disminuir la trepidación del movimiento de las cortinillas, y luego, puse seguir comiendo en paz al calor de la platica fraterna y miradas que se escapaban con dirección a la postal urbana.
Ya en la noche, observando la foto tomada del atardecer, me percate de los colores fríos de la escena y el contraste que hacía con la imagen que había capturado hace ya algunos años. Recordé el trabajo de un amigo acerca de imágenes en dípticos, donde juntaba fotografías con alguna relación, visual, comunicativa o abstractiva, y pensé en unir las dos imágenes para conformar un díptico de contraste, entre la naturaleza “verde” y el mundo “frio” y moderno.
Y después de cuatro años, la imagen que comenzó en ese lugar pantanoso, llego aun de lodo, insectos y rastros de humedad, fue concluida en un departamento en una de las zonas más exclusivas de Cancún, en Quintana Roo, tuve que viajar más de 1000 kilómetros para completar esta escena, y a manera personal, esto ha traído mucho significado para mí, acaso, ¿el estar en una nueva ciudad lejos del amor de mi vida, de mi familia y amigos es el sacrificio que debo de realizar para cerrar círculos y comenzar de nuevo?, gráficamente hablando, pues yo digo que sí.

Y aquí es donde llego a la parte de la historia detrás de esta imagen, del primer díptico que he realizado de manera consciente en mi vida, al que titule “Naturalezas”. Por qué en un mundo como en nuestro, uno puede experimentar estar en los dos extremos de la vida, pero nunca hay que olvidarse en donde estamos parados.

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