sábado, 29 de octubre de 2011

Esa Fiesta Diaria.

ESA FIESTA DIARIAtexto y fotos: carlos matus.

 


Ella duerme recostada como un trozo de mármol, refleja la claridad de la noche en su piel, su silueta adquiere forma con la luz de la luna que entra por las cortinas y la chispa del cigarro encendido. Reposa como bestia domada temporalmente en el regazo de unas sabanas que son nuestras. Su sueño parece perfecta melodía para el desasosiego de los viajeros. Casi puedo olvidar que ella se ira, como todas las noches, y como cada noche, no estoy seguro de su regreso al despuntar el alba. Cuando uno vive de esa manera, esperando su regreso todas las mañanas descubre que es poco paciente, y, por que no decirlo, egoísta. Tenerla para uno todo el dia, disfrutarla en la mañana, sin importar el aroma a otros besos que traiga de afuera, odiarla el medio dia cuando se pone a lavar los platos sucios y desatiente mis labios mientras me encierro en mi mundo rojo del cuarto oscuro, y volverla a amar apasionadamente al caer la tarde, ese es el momento del dia donde vuelan los zapatos y las sandalias por los aires, como festividad popular, como algarabía de enamorados encontrandose desnudos la primera vez.
Esa fiesta diaria al caer la tarde, en ese momento donde la luz del sol convierte en color dorado nuestras pieles, donde el aire es un revoltijo de polvo, sopor y a la vez de frescura, pareciera que son los últimos bostezos del Dios esperando la noche, antes de que el mismo vaya a dormir y deje la soledad de las noches brillar sobre los techos perdidos y las calles llenas de charcos de aguas.
(brilla luna sobre los ojos de agua, piérdete en la soledades de las nubes, mirate con las estrellas vomitadas en la via láctea, y siéntete culpable de mis soledades nocturnas, tu y esa terquedad de aparecerte todas las noches y llevártela de mi lado.)
La observo dormir, y no encuentro rasgo de culpa sobre su rostro, su cuerpo es verdad infinita, su pecho descubierto con los brazos cruzados es una invitación a la imaginación de la inocencia y la perversidad. La mido a besos. 5 besos entre su feminidad y el ombligo. Otros 9 besos entre el ombligo y sus manos reposadas sobre su costillas Y al tratar de medir la distancia de sus manos y el corazón ella gime y se retuerce, a punto de levantarse, estira las piernas que tenia ligeramente flexionadas sobre mi vientre, y yo estoy a punto de sucumbir al olvido de mi mismo y en un arrebato de lujuria volver a poseerla para recordarme a mi mismo que su lugar es aquí, en esta cama de sabanas revueltas, olor de incienso y tabaco, mientras el merillaque de sueños nos atrapa cada vez un poco mas.
Ella abre los ojos, poco a poco, como tratando de reconocerme, y lo que lastima es el hecho de su duda al ver mi rostro, el pasar por su mente que soy un extraño, aunque sea en el despavile del despertar es momento de mi duda. Cuando en su cara se dibuja una sonrisa familiar se que aun estoy en un pedazo de su memoria. Sus ojos son perlas en la noche oscura. Suelto el cigarrillo de la mano, y la estrecho a mi lado. La abrazo. El beso en la frente después de todos estos meses no se han vuelto una acción calculada, sino es una representación de todo lo que en verdad aun me hace sentir y no puedo expresar en palabras, en besos apasionados, en riñas y celos sin sentidos, en fornicaciones épicas, en olvidos voluntarios, y gritos a bajo volumen. Todo lo que no puedo expresar lo transmito dia a dia con el beso en la frente revuelta de cabellos desarreglados y sopor. Y se que ella lo sabe. Solo sonríe, como si yo fuera un niño tratando de aferrarme a lo indivisible.
Como olvidar la primera vez que la vi. Como olvidar ese dia de tarde de luz, pasto amarillo, arboles desnudos de hojas, cielo azul sin nubes, aire húmedo y fuerte, de esos que anuncian tormenta sin lluvia, relámpago sin nubes, frescura antes del estiaje de la sed del alma y el corazón. Ella está sentada, en la cima de la colina amarilla, las hojas a su alrededor, caen y no dejan de caer, ¿Cuánta sabiduría no hay en las hojas que mueve el viento de un lado a otro?, las hojas son como las palabras, fragmentos de vida. las palabras son como hormigas, vivas, en constante movimiento, se suben por el cuerpo, sientes que nacen del estomago, y se van arrastrando hasta tu boca para ser expulsadas con voz de pecho. Las palabras siempre son vida, y como toda vida, al final llega la muerte.
(Que la muerte tarde en llegar a tus labios.)


Ese dia salí a caminar en búsqueda de suerte y alejar los demonios suicidas del alcohol, que tanto mal me hizo esos días, esos pesados días, distantes como el olvido y dolorosos como clavarse un tenedor en la mano. Había venido de una mala racha de corazón. De esas rachas donde uno no sabe cuando deja de ganar para solo perder. Te vi. Y desde lejos me atrajo tu silueta. La posición de tu espalda era simetría perfecta con la luz que caia sobre ti, a contraluz podía ver tu figura calcada atravez de tu ropa, ligeramente, pero lo suficiente para conocerte y a la vez dejarme a la imaginación un universo completo, con sus estrellas, sus lunas, planetas y esos otros detalles que me dejaste como un misterio.
Te vi, y no estoy seguro que tu puedas comprender lo que es el verte y toparte en el dia menos pensado, que llenaras ese espacio entre la tarde y la noche de ese jueves de octubre. No, tu no sabes lo que es verte a contraluz, en ese pasto amarillo, mirando al cielo, perdida en un mundo desconocido para mi, perdido para ti. Solo observe. Te mire e invente una infinidad de posibilidades, de perdidas sin sentido, esfuerzos inútiles, olvidos constantes del pasado, construcciones de cosas irreales. El final siempre es lo mismo. Camine poco a poco. Sostenía esa cámara en las manos, con el carrete del negativo a punto de acabarse, mientras en la boca me quemaba aun el aroma del ultimo cigarro que había fumado (no se que mujer fue la que me hizo acercarme al tabaco).
Me acerque poco a poco a ti, con la falsa excusa de andar buscando al angulo indicado para captar el paisaje surrealista de las hojas de guayacan tiradas en el suelo, cubriéndolo de ese amarillo de sol, el aroma de hoja podrida y humeda, y a la vez exquisita, con los arboles desnudos de hojas como conciencias en los pecadores, sacrilegio de olvidos convenientes. Por mi cabeza solo se escuchaba el silencio del vacio, ¿lo has sentido? Por que el vacio se siente, en todos los sentidos, el vacio es un frio que te recorre milímetro a milímetro la espalda, y va subiendo por la nuca, y de ahí se pasa a los brazos, piernas, estomago. Es un frio curioso, de esos que dan miedo, que hacen sentirse extraño, y cubren de costras las cosas que pudimos ser. El miedo es todo aquello que sabemos que nos hara daño. El miedo es todo lo que ya nos hizo daño y no queremos volver a salir lastimados. Por eso tenia miedo ese primer dia que te vi. Tenia miedo de repetir la historia que muchas veces ya había pasado. Y me entro el pavor. El pánico. Retirarme de tu espacio era lo único que quería, ¿Qué curioso no lo crees?, no sabia ni tu nombre y ya te huia. No tiene sentido, pero eso indica cuan lastimado estaba de la mujer que estuvo antes que tu. Y cuando digo antes que tu me refiero a la que amanecía mas de dos días seguidos a mi lado.
Empeze a retirarme de tu cercanía. Cerrar los ojos y avanzar en sentido contrario de ti. Y cuando ya estaba haciéndome a la idea de que era lo mejor que pude haber hecho, lo mas sano, lo mas practico, lo mas puritano posible, escuche tu voz. Era como una brisa, tocándome, envolviéndome, se escuchaba lejana, provocativa. Es gracioso, cuando escuche tu voz me dio mas miedo del que tenia. Tuve miedo de ya saber de ti. Tu solo preguntaste como niña pequeña, apunto de hacer una travesura que era lo que estaba haciendo. No se que cara puse mientras tartamudee una respuesta que tu sonreíste y eso me dio confianza. Me tranquilizo, y me hizo bajar esa mascara de hombre “serio” que siempre pongo cada vez que algo es desconocido. Me invitaste a sentarme a tu lado palpando el piso amarillo a tu lado izquierdo y de ahí no nos movimos hasta que se cayo la noche, cuando nos corrieron los moscos, los frios de la brisa nocturna, los guardianes del parque que cortan la inspiración de las parejas jóvenes, y sobre todo esa ansiedad mutua de conocernos de maneras mas intimas, como si quisiéramos confirmar lo que las palabras decían acerca de nosotros.
Fuimos a tu departamento, en ese cuarto piso en Bastar Sosaya que rentas. caminamos en la noche. La ciudad se rendía a nuestros pasos. El cielo estrellado era un espectáculo que tu me hiciste ver señalándome con tu mano las estrellas mientras con la otra la ponías en la bolsa trasera de mi pantalón. (yo me hacia el ignorante en cuestiones astronómicas, y lo que mas me sorpredio era saber que tu sabias las constelaciones. Te solo te equivocaste en una, y yo en cuatro).
Solo sabia que hibamos a tu espacio pero no lo que pasaría. Tiempo después, mientras recordaba este dia, me di cuenta que eso fue un ardid tuyo para tener el control de la situación, sentirte dueña única del espacio que te rodeaba. Subimos las escaleras como desesperados, casi como si fuera un juego. Parecíamos niños jugando en los pasillos de una casona. Para cuando llegamos a la puerta de tu departamento solo te paraste enfrente de la puerta, sonreíste. En ese instante uno no sabe que hacer, ni que reaccionar, no importa que tan preparado te sientas para este juego de seducción tu eres una mujer que no le gusta seguir las reglas escritas o no escritas. Eres de las que le gusta manejar la situación, sea cual sea. Tu naciste para ser la líder, la jefa, la mandona, la que controle las cosas, las personas, el dolor y el sentimiento.
Nos quedamos mirando frente a la puerta de tu departamento. Esa blusa de botones color blanca con rayitas azules hacia contraste con mi camisa roja y mis botas llenas de lodo de todo un dia de caminar sin rumbo. Platicamos de cosas sin sentido, como sino quisiéramos despedirnos y hacer eterno el instante frente a la puerta, bajo la luz que parpadea, los llantos lejanos, el ruido de la ciudad a punto de irse a dormir, escuchando el rechinido de los instintos entrando en puntillas a nuestros cuerpos. Tu cabello oscuro volo hacia tu frente y yo sin rastro de temor puse mi mano mientras tragaba saliva y bajaba poco a poco mis dedos, rozando tu pomulo, tus labios en flor de botón, tu barbilla de mármol recién tallado, y al final tu cuello levantado con ese orgullo que siempre muestras aun en los momentos mas tristes y difíciles, y yo solo te bese. Me aferre a ti, como un niño aferrándose a lo indivisible, te estreche con mis manos, pegue mi cuerpo al tuyo y desde ese momento supe que no podía separarme mas de ti. Nos besamos al marco de una lámpara que parpadeaba, de la gotera que escurría por la pared color verde, y sobre el piso de mosaicos geométricos azul celeste. Fue el beso mas largo que tengo memoria. Cuando nos separamos tu me miraste directamente a los ojos mientras yo me perdia en la inmensidad del reflejo
(y sin saber en que momento exacto olvide mi dolor pasado. No recordaba a esa mujer que me dejo hecho un desastre. La que trajo dolor y tormento a los días y las noches. Simplemente no recordaba el susurro de su voz llamándome y a la vez alejándome de su lado. Nunca había escuchado hablar de ella. De repente era un hombre sin pasado. No me importaba el pasado. Solo me importaba el futuro donde tu ya estabas presente.)
Cuando nos separamos habia ya una verdad mostrada. Las manos juntas al pasar por el marco de tu puerta era toda la respuesta que la noche susurro por el aire que entraba y revoloteaba en los pasillos. Y ahora estoy esta noche, observándote en silencio hasta tu despertar, y no puedo evitar pensar la manera en que me sedujiste como para no darme cuenta de tu vida, igual y fue porque era un lobo solitario esos días y poco me importaba lo demás, mas que el hecho de poder estar a tu lado, llevarte desde aquí hasta el fin del mundo y con cada noche en tu piel naufragar hasta el amanecer. Te observo indefensa en mis brazos, preguntándome ¿quien de los dos se siente mas indefenso en los brazos del otro?. Nuestras miradas cruzan una verdad descarada atisbada de mentiras donde reflejamos la realidad de nuestro día a día. Cuando me enamore de ti no sabia que me enamoraba de un corazón de alquiler nocturno. En los días después de nuestro primer momento juntos no pregunte nada de tu pasado. No me importaba tu pasado, pero igual era para que tu no preguntaras del mio. Lo captaste. Las platicas siempre fueron monumentalmente vacías cuando sin querer se dirigían a las heridas del corazón. Y si yo capte que tu traías una cruz pesada del ayer, tu por ser mujer y tener ese infame e inexplicable “sexto sentido femenino” no quiero ni pensar lo mucho que descubriste de mi atreves de los silencios y de las risas ocultando dolor con sorpresas melancólicas.
Me sonríes, con ese gesto en tu cara como pidiendo perdón por adelantado de las cosas que harás. Yo hago el papel que hago todas las noches, antes de que te vayas, el de un hombre callado, distante y frio. Me separo de ti casi automáticamente, me paro de la cama (donde siempre hay sabanas revueltas con el olor a incienso que se impregna por todo el departamento), me quedo al lado del mueble de espaldas a ti, y solo avanzo al cuarto oscuro a encerrarme como todas las noches al cobijo de la luz roja y oscura con la esperanza de que cuando salga ya te hayas ido y puedo jugar un momento a que no existes y a que nunca te he conocido, por que descubrí que de esa manera el dolor es menor, o da la sensación de que no existe ese sentimiento de soledad, ni ese deseo desesperante de mantenerme aferrado a tus besos. Desde ahí adentro, escucho cada movimiento que haces mientras te metes al baño, cuando te maquillas, buscas esas zapatillas y vestidos caros que otros hombres te han comprado con la esperanza de hacerte mantener a su lado mas allá del tiempo fijado por tu tarifa. Te imagino en el ritual de maquillarte para quitarte un poco de años de encima, por que a mi no me importa tu edad, pero en tu negocio es entre mas joven mas te cotizas. Escucho todo el ruido de la casa al moverte de un lado a otro por tu territorio y yo en mi pequeño espacio donde me oculto para no salir lastimado por el sentimiento que provocas. Se que es injusto mi comportamiento. Como si yo nunca hubiera cometido errores, aun así de vez en cuando te juzgo y te acuso. Mira quien lo hace. Un culpable mayor te quiere hacer sentir mal. Después de que las emociones primarias pasaron los dos nos fuimos totalmente sinceros en Las cosas que al comienzo considerábamos “secundarias”.


Hay noches cuando te vas, que escucho que cierras la puerta y pienso en no salir del cuarto oscuro, esperando no confirmar tu ausencia. Imaginar que aun deambulas por el departamento es como una esperanza de que aun no te vas. Lo se, es algo tonto, pero igual ya habíamos llegado a la conclusión que de nosotros dos yo era el tonto y tu la lista. Yo era el corazón y tu la razón. Tu y tu estúpida razón que haces que te encierres en el silencio y te vuelvas distante algunos días. Por que para mi, un “soñador de 23 años” aun veo las cosas mas fáciles de las que tu las vez. Por que hay veces donde peleamos por cosas que no entiendo o no les doy sentido. En esos días donde mas dudamos los dos de lo que tenemos, pero aquí es donde entra la duda que me aqueja esta noche, ¿Qué es lo que tenemos?. Tenemos cuentas compartidas. Tenemos libros y películas mutuas. Tenemos un rol para ver a quien le toca lavar los trastes en la semana. Tenemos tardes de descanso abrazados en el balcón. Tenemos viajes pendientes, igual tenemos algunos amigos en común, tenemos en construcción un pasado cada vez mas largo, lo que no se es si tenemos un verdadero futuro después de cada noche y después de cada pelea monumental. No es que me queje, esas reconciliaciones épicas son fantásticas, pero yo como lobo estepario siempre busco mas. Cosas mas transcendentales que el mero capricho de poseernos hasta desfallecer. Quiero descubrir verdaderamente el mundo a tu lado. Llenar de estrellas noches oscuras. No saber lo que es pasar la media noche sin tenerte a mi lado. Nunca lo imagine, que de mi naciera esta necesidad de amarte. Verdaderamente amarte. Pero no se si por tu cabeza pasaba la idea de marcharte en el día menos pensado. No se de tus planes a futuro ni de los sueños que guardabas en las tardes de sol cuando tu mirada perdida osculcaba palmo a palmo, destello a brisa como es que el sol parecía ser devorado por las ceibas al horizonte. Pocas veces me pongo reflexivo como esta noche. El estar encerrado en el cuarto rojo me hace mal esta ocasión. Necesito salir a caminar. Alejar de esta noche esos demonios de la incertidumbre. Dejar de pensar en ti. Necesito un trago. Despabilarme y ver el mundo de maneras diferentes. No pensar en nada. Desconectarme del mundo. Conquistar mis demonios. No quiero entrar en detalles, pero he hecho de todo. Abro la puerta del cuarto oscuro, poco a poco y pelando los oídos tratando de confirmar si estas ahí todavía deambulando por el departamento. Es en vano, tu ya te has ido. Solo queda el aroma de tu cabello recién lavado flotando en el aire, las sandalias arrejuntadas por una esquina de la cama y los estuches de maquillajes revueltos. Me tomo mi tiempo para arreglar las cosas que están fuera de lugar.  Mientras trato de pensar en que cosas hacer mientras tu no estas, algo que me aleje y tranquilice estas ganas de tenerte cerca de mi, pero no te preocupes, hace ya mucho tiempo deje de pensar en la infidelidad como una opción. Dejo de ser divertida cuando te imagine a ti en el regazo de brazos de alquiler. Entonces tomo el teléfono y marco un numero, ese numero que siempre viene a mi memoria cuando tengo días malos como este, donde ya no entiendo las cosas, y donde el sentido de las horas pasan desapercibidas. Marco el numero de “Remilitus”. Hace mucho que me he olvidado de su verdadero nombre. ¿Como es no? Uno no necesita saber el nombre de los amigos cuando sabes que están ahí. Solo nos aprendemos los nombres con los que uno mismo se bautiza con el quehacer diario o a la mitad de parrandas monumentales y sin sentido. El teléfono suena varias veces. Pareciera que no hay alguien que quisiera contestar, aclaro, “quisiera contestar” pues conociendo a emilitus si no esta de humor esta tarde no hay poder humano que lo haga moverse del sofá donde esta reposado leyendo un buen libro de  Hesse o perdidamente de Fuentes. Lo conocí en la universidad, hace ya una vida entera atrás pues el tiempo ha pasado de maneras malas y crueles sobre nuestra memoria. No podía imaginar que el se convertiría en un amigo de esos que están cuando los momentos de soledad y oscuridad son mas intensos que los abismos mas grandes del desorden y caos. Lo conocí como el tipo que tenia un carisma pragmático, un aurea que a la gente mostraba “tranquilidad y mesura” pero a mi me pareció ser de los que son un poco mas locos de lo que demuestran frente a los demás. En las pocas platicas que tuvimos al comienzo decía frases sustraídas de libros que no eran del alcance y menos interés de muchos otros que se decían lectores empedernidos de  la buena literatura. Yo chaval perdido de buena familia, la oveja negra de la buena decencia, estaba descubriendo un nuevo mundo de libertad y amplitudes que durante mucho tiempo no había hecho por que nunca me había visto en la necesidad de ampliar mis horizontes. Se puede decir que el era el loco que traía calma, y yo la calma que buscaba locura. Es por eso que nos llevamos bien. Destrozando los escritos de Cohello, que de “baratito y populachero” no lo bajamos en ninguna de nuestras platicas y exaltábamos  los poemas captados desde el aire de Pellicer. Pasamos tardes enteras trepados en al árbol mas grande que encontrara nuestros caminos y desde ahí recitábamos fragmentos de Sabines al mismo tiempo que estrofas de Sabina. De vez en cuando escupíamos abajo, con la esperanza de que nuestra saliva la cayera a alguna persona caminando. Nos reíamos cada vez que  uno terminaba sin querer la frase del otro. Para ser de mundos tan diferentes pareciera que habíamos leído lo mismo. Vivido nunca, la vida de Remilitus siempre fue un poco mas difícil que la mía. La mia mas bien fue aburrida. De hecho la rebeldía de mi vida actual es por aburricion de la vida que me esperaba y que no quería vivir. Traje sastre todos los días. Comidas sociales con gente tonta los sábados. Eventos sin sentido donde todo es una superficialidad como el maquillaje. Esa vida es la que no quería vivir. Mi motivación es parecerme cada vez menos a la persona que debi ser.
Después de mucho repicar del teléfono Remilitus me contesta, con una voz entrecortada y garraspoza que me dice que ha estado bebiendo, y auguro una noche extraña. Remilitus no bebe sino es por una mujer. Al igual que yo el no encuentra el suficiente sentido a beber a menos que no sea para olvidar. Aunque el nunca lo aceptaría. No le gusta pensar que depende de algo o de alguien para seguir adelante. Es mas, su trato para conmigo siempre ha sido extraño, entre ermitaño y a la vez necesitado. Es un caso curioso. Cualquiera pensaría que es un loco, pero en esta tierra de “normales” se cometen mas locuras que en la vida de Remilitus, claro, igual es según el cristal con que se mira.
Contesta el teléfono, y después de los saludos normales, del “como estas, yo estoy bien, que bueno que tu igual estés bien” nos quedamos de ver en su departamento en una hora. El tiempo suficiente para que me acabe de sacudir esta ausencia de ella y empiece a levantar las cosas que dejamos regadas. Mientras lo hago recuerdo poco a poco las cosas que he vivido. Después de esa noche juntos, de nuestra primera noche, lo mejor fue levantar al alba. Cuando abro los ojos, ella me esta mirando, con su mirada fija en mi, me siento extraño. Ella me inspecciona, como si tratara de memorizarme, de hacerme permanente en su cabeza. Cuando me sonríe me siento indefenso. Ella busca mi mano y la agarra con fuerza. Me pide que la bese y lo hago, solo un tonto negaría su deseo. Su piel color canela, la tersidad  de su cuerpo expuesto a la luz del amanecer, al resplandor blanco que deja atrás la oscuridad, quiero tener la oportunidad de pasar aquí toda la historia, todo lo que vivamos a partir de este momento, darle en cada beso la razón para intentarlo, día a día.
Cuando nos levantamos de la cama ya es medio día. Ir al trabajo es inútil. Ya perdí mi día entero. No, perder no es la palabra, es mas bien “viví mi día entero”. Si alguna vez me he sentido desorientado a su lado es cuando me siento perdido en su belleza, necesitando su calor, no solo el mero calor físico, sino ese calor que cuela lo huesos y te hace pertenecer a un lugar, ese sentimiento de decir “aquí pertenezco”.

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